Fer Plei
Al final, no eran tan terroristas estos tipos...
Llegó el partido que debían jugar México e Irán, y hay que admitir que, cuando se supo que el país asiático tendría un equipo representante en el Mundial, se nos aparecieron las imágenes que nos han ido metiendo en la cabeza durante largo tiempo.
Y cuando decimos imágenes, decimos prejuicios elaborados a partir de la manera "orientalista" (por favor, leer a Edward Said) con la cual percibimos lo proveniente del mundo árabe, visión hiper-activada hoy en día por la funcionalidad que tiene en relación a la política internacional aplicada por EEUU y sus aliados.
Tal es así, que creíamos que los jugadores iraníes se inmolarían en nombre de Alá antes de los quince del primer tiempo. Pero los muchachos de los botines del uranio enriquecido dejaron otra impresión, pues jugaron un fútbol serio, ordenado, limpio, ofensivo y con buen trato de pelota (aunque con poca efectividad).
Pero una imagen vale más que mil palabras (de Gerge W., en este caso): Poco antes de empezar el Campeonato del Mundo, el arquero mexicano Oswaldo Sánchez, debió volver a su país para despedir los restos de su fallecido padre. En el momento en que los jugadores, después de entonar los himnos, se saludan, el portero iraní Ebrahim Mirzapour le regaló a Sánchez un ramo de flores y le dio las condolencias por la reciente pérdida.
Esto sí es Fair Play.
De todas formas, George Bush le dio a Irán un ultimatum: "Si no dejan de enriquecer uranio los atacaremos... pero después del Mundial".
Ebrahim Mirzapour, el arquero de la vida.
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